sábado, septiembre 03, 2005

Cambio de ciclo, política y elites

Desde variados sectores se ha reiterado que el próximo gobierno debería prepararse y dar cuenta de un cambio de ciclo histórico demandado por el grado de desarrollo del país. Sin embargo, si semiran desapasionadamente las propuestas de todas las candidaturas a la presidencia e, incluso, si se indaga en la documentación programática de los expertos que trabajan para ellas, no se descubre una congruencia entre los diseños programáticos y el diagnóstico sobre el cambio de ciclo. Es más, cabría afirmar que lo que las candidaturas presentan como proposiciones de cambio apuntan, en realidad, a corregir, perfeccionar o proyectar las matrices esenciales que han regido el período histórico que se supone está en fase de agotamiento.

La lisa y llana verdad es que ni intelectual ni políticamente las candidaturas están con sus energías puestas en esa perspectiva. Y no porque no compartan el diagnóstico acerca de que Chile podría y debería dar un salto de envergadura histórica, sino porque les queda grande o les incomoda la traducción programática de ese diagnóstico.
Sería muy injusto acusarlas como responsables exclusivas de la contradicción señalada. Pueden sugerirse explicaciones posibles para esta incongruencia entre diagnósticos y propuestas.

Una de ellas se refiere a las dificultades que tiene la política para leer la idea de cambio de ciclo o de tiempos históricos. La política depende del "aquí y el ahora" y, por lo mismo, posterga lo que no le es urgente. La lógica de la inmediatez política es un óbice evidente para el ejercicio de la política-historia como lo es el tema del cambio de ciclo. El predominio de la inmediatez política y los frágiles vínculos entre teoría y práctica son determinantes en el tema de las dificultades de la política para comprender y acotar la noción de cambio de ciclo. Más aun si se considera que hoy, en las sociedades modernas o de desarrollo relativo de la odernidad, las transformaciones político-sociales no tienen por qué estar precedidas
de crisis abiertas y no revisten la radicalidad político-social de antaño.

Lo que está sucediendo en Chile es que los diagnósticos sobre el cambio de ciclo no están acompañados de la voluntad político-social para su impulso. No se ha gestado una masa crítica dirigente incentivada y decidida a avanzar hacia la apertura de un nuevo ciclo. Ello porque si bien el "viejo" ciclo ha perdido vitalidad, dinamismo y tiende hacia su declinación, no está enteramente agotado, lo cual "oculta" la urgencia del cambio o colabora con visiones de que el cambio puede ser pospuesto.

Hay en Chile un sistema de relaciones de poder que, en lo sustantivo, les acomoda a todas las elites políticas y extrapolíticas, tanto como les acomoda el orden económico y social. La organización político-social que se construyó en el curso de la transición resultó satisfactoria para las elites, porque, entre otras cosas, se
sustenta en una "distribución" factualmente "inteligente", funcional e instrumental de los aparatos y sistemas del poder entre esos diversos cuerpos elitarios.

Si el proyecto de cambio debe conciliar transformaciones sin alterar sustantivamente el sistema de distribución de poder, su materialización pasaría ineluctablemente por una masa crítica transversal que renegocie las relaciones y sistema de poder elitario
ante eventuales modificaciones que conlleven a alteraciones de las formas que reviste hoy el circuito de poder elitario.

Salta a la vista que la tarea de armar una masa crítica dirigente para el cambio no sólo es difícil, compleja y ardua, sino también riesgosa para quien o quienes quieran emprenderla. Es riesgosa porque quienes estuvieran dispuestos a asumir su creación y liderazgo se verían temporal y circunstancialmente conflictuados con sus
respectivas elites y, por ende, susceptibles a castigos.

Probablemente, esta última sea una de las principales causas que explica el abismo entre los diagnósticos sobre un cambio de etapa y la falta de propuestas y de dirigencia que den cuenta política y programáticamente de esos diagnósticos. Quiérase o no, el asunto del cambio de ciclo es cada vez más un tema de los universos intelectuales y cada vez menos un asunto de la política.

Antonio Cortés Terzi
Fecha edición: 03-09-2005

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